¿A qué médico irías si tuvieras un dolor de espalda o de cervicales? ¿A qué especialista acudirías en caso de dolor articular? ¿Y si tu problema fuera el de una lesión deportiva que no acaba de sanar? A pesar de la cantidad de información que recibidos diariamente sobre salud a través de internet o de los medios de comunicación, son muchas las personas que no saben para qué sirve un reumatólogo. Y esto, teniendo en cuenta que, en nuestro país, una de cada cuatro personas sufre alguna dolencia relacionada con esta especialidad médica.
Cuando nos preguntamos qué trata un reumatólogo, pensamos, “fácil, el reuma”. Pero lo curioso del caso es que el “reuma”, como enfermedad, no existe. Lo que sí existe son más de 200 patologías del sistema locomotor que afectan al 25% de la población. Y dichas enfermedades pueden también afectar a otros órganos y tejidos como la piel, los ojos,el corazon, los pulmones, los riñones o el sistema nervioso, entre otros.
Reumatólogo VS Traumatólogo
Muchos pacientes, antes de llegar al médico adecuado para su problema de salud, han dado un rodeo de especialistas bastante considerable: traumatólogos, neurólogos… incluso psiquiatras (como en el caso de algunas personas con fibromialgia).
Entonces ¿cómo discernir cuándo acudir a un reumatólogo o a un traumatólogo, por ejemplo? Cualquier dolor articular persistente como que duelan las rodillas, los tobillos o las manos, que se te inflamen las articulaciones sin razón aparente, si existe un dolor continuado de espalda… debe ser evaluado por un especialista en reumatología. Es decir, si existe dolor, pero no ha habido un golpe o una caída importante (no ha habido “trauma”) que lo explique, no debemos acudir al traumatólogo, sino al reumatólogo.
Aunque lo más fácil es pedir una visita con el médico de familia para que haga un primer diagnóstio y nos derive al especialista más adecuado.
No dejes el dolor para mañana
La automedicación es uno de los problemas de salud más relevantes de la sociedad occidental. De hecho, el 72% de la población reconoce hacerlo de manera ocasional. Cuando se convierte en un hábito, esta actitud ante la medicación comporta una serie de riesgos para la salud importantes, entre ellos el enmascaramiento de procesos clínicos y el consecuente retraso en el diagnóstico y el tratamiento.
Esto es especialmente peligroso cuando hablamos de patologías tratadas por la reumatología. Por ejemplo, en el caso de los dolores articulares, la automedicación es algo demasiado habitual (¡quién no se ha tomado un ibuprofeno para mitigar el dolor de piernas!) que puede acabar por esconder una patología durante demasiado tiempo y acudir al médico cuando la enfermedad está muy avanzada. Debemos tener en cuenta que la detección precoz es fundamental para poder evitar discapacidad del paciente o daños permanentes que puedan derivar a otros órganos, provocando, por ejemplo, problemas neurológicos persistentes, insuficiencia renal, alteraciones pulmonares o cardíacas, etc.
Así, si las articulaciones nos provocan dolor, se inflaman y/o deforman, están rígidas en algún momento del día, cuesta realizar ciertos movimientos, si nos duele habitualmente las cervicales o la espalda… acudamos a un reumatólogo para que realice un diagnóstico y nos ayude a mejorar nuestra salud.